viernes, 14 de febrero de 2014

Frutas y Minerales

Ayer estaba en el supermercado y vi una señora afroamericana de unos 60 años cerca de mi. Era obesa, muy obesa, casi diría que rozaba la obesidad mórbida. La saludé con una sonrisa y a los pocos segundos ya me estaba agarrando del brazo, algo que me recordó de las vecinas del barrio de mis padres. Por unos instantes me utilizó de bastón, mientras me contaba su vida con acento sureño. En general la gente te toca tan poquito, cuando alguien lo hace sientes un escalofrío, casi una violación de tu espacio personal. A mi, en general, siempre me ha gustado el contacto personal. Dar dos besos en la mejilla se me hace un poco raro. Falta de costumbre. Ademas me gusta mas dar un abrazo que dos besos, dicen mas y transmiten mejor.

Pero volvamos a la señora. Caminaba muy despacito. Estábamos en la zona de la fruta y verdura cuando, de pronto, la veo coger un péndulo que le colgaba del pecho a modo de colgante. Lo cogió con su mano derecha y lo puso encima de cada fruta y verdura, preguntándole al péndulo qué llevar en la cesta de la compra ese día. Repitió la operación en la zona de la carne. Yo la miraba en una mezcla entre estupefacto y divertido. Quizás porque nunca dejaré que mi vida dependa de un péndulo


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