miércoles, 20 de agosto de 2014

Luchaste con lobos



Como aquella actividad era ilegal, los hombres del pueblo la realizaban de noche y en una propiedad abandonada en medio del bosque. Al final del día tomaban algunos senderos y caminaban junto a sus perros entre las sombras hasta llegar a destino. Un corral que habían acondicionado era donde se hacían las peleas de perros, y ocasionalmente de hombres.
Marc era el dueño del perro campeón, además de ser el más respetado de aquel grupo, pues era hábil con los puños; practicaba una técnica heredada de su familia, lo que le daba ventaja sobre los otros; pero como dice el dicho: “Nunca sopla un viento fuerte sin que sople otro mayor”. Y pronto Marc se iba a enfrentar a unos rivales más fuertes.
Esa noche se presentó sumamente clara. El bosque estaba saturado de luz lunar, por lo que los lugareños llegaron al lugar de las peleas con menos dificultad.
Encendieron unas antorchas en las cuatro esquinas del corral y comenzaron las apuestas. Pronto un par de perros se trenzaban entre gruñidos y terribles mordidas. Los espectadores trataban de no gritar mucho, pero cuando la emoción crecía era inevitable. Aquellos rostros tallados por el trabajo rural a la intemperie tomaban ante la luz de las antorchas aspectos tan fieros como el de sus animales.
Marc no estaba muy contento. Como nadie quería enfrentarse a su perro tenía que conformarse con apostarle a los otros. Como siempre estaba alerta fue el primero en notar al forastero y su enorme perro. Salieron de la parte profunda del bosque. El hombre era alto y tenía puesto un sobretodo negro; el perro, si aquello era un perro y no un lobo, tenía el pelaje oscuro y todo revuelto, y sus ojos eran dos brasas al cruzar por las sombras. Cuando los demás los advirtieron todos hicieron silencio, y el gruñido repentino y unánime de sus perros se hizo más claro. Un único gruñido del perro extraño hizo que los otros retrocedieran un paso y se erizaran hasta la cola. Todos se miraron desconcertados. ¿Quién era aquel tipo? Y ¿De qué raza era aquella fiera enorme? El forastero se detuvo y preguntó:
- ¿Cuál es el perro más fuerte de aquí?
- El de Marc respondieron varios, y voltearon hacia él.
- ¿Quiere enfrentar el suyo al mío? -preguntó Marc, abriéndose paso entre los presentes.
- Claro, es lo que hacen aquí, ¿no?
Acto seguido el forastero sacó dinero de su bolsillo. La pelea no se hizo esperar, pero no fue una pelea pareja. El perro del forastero parecía dotado de una astucia y una fuerza sobrenatural; mas el de Marc consiguió morderle la pata derecha delantera y abrirle la oreja de ese mismo lado, pero
de todas formas sucumbió ante sus terribles colmillos antes de que Marc pudiera detener la pelea.
El forastero reclamó su dinero, sonriendo, y su bestia fue a sentarse a su lado.

- ¡Un momento! ¡Eso no es un perro! -acusó Marc, ¡es un lobo, y tenía que detenerlo antes!
- Usted igual aceptó la apuesta, fue su culpa. Ahora, mi dinero.
- Yo digo que no se lo ganó limpiamente. Si se enfrenta a mí se lo damos. ¿Qué les parece, muchachos?
- ¡Sí, eso no es un perro! ¡Que se enfrente a Marc! ¡Sí! dijeron al unísono algunos presentes, y todos apoyaron.

El forastero se quitó el sobretodo y saltó dentro del corral con una facilidad asombrosa, invitando luego a Marc a que lo siguiera con un gesto de la mano. El forastero mantenía los brazos abajo y sonreía. Wilmar le arrojó una seguidilla de golpes que el otro esquivó con una rapidez increíble. Enseguida supo que su rival no seguía una línea pugilística, eran movimientos reflejos solamente, pero, ¿cómo podía tener tantos reflejos? El otro era tan fuerte que solo estaba jugando con él.
Sorpresivamente el forastero lanzó un golpe tan rápido que la mayoría no alcanzó a ver, solo vieron su efecto: Marc cayó de narices en el suelo.
El extraño tomó el dinero y se alejó bosque adentro con su fiera, dejando a todos con la boca abierta.
Al otro día, por la tarde, Marc vio nuevamente al forastero, cruzó por él en un camino. Iba a pie y ahora lo acompañaba un hombre. El sujeto que iba con él tenía una herida en el brazo derecho, y la oreja de ese lado estaba rasgada. Al pasar a su lado sonrieron fieramente y siguieron su camino.


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Gracias Marc Serrano Castro , una tarde de charla me inspiró a este " Relato"

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