Cuando era de nostalgia se sentaba a la orilla de un viñedo que lo bañaba los rayos del sol y detenía al tiempo y platicaba con las uvas y les preguntaba: Oye uva, ¿cómo es que tu ser lo conviertes en los vinos que transforma el espíritu, el cuerpo y lo sentidos? y las uvas les contestaban tan solo madurando a través del tiempo, tiempo mismo y de ese mismo tiempo. Cuando era de tristeza el viejo reloj caminaba sin parar por las calles en las noches bañadas del reflejo de la luna, y así caminando detenía el tiempo y le preguntaba a las calles: ¿Cuéntame tú que ves pasar a tanta gente como alivian, como soportan y trasforman sus tristezas? Y la calle le contestó: Tan solo madurando a través del tiempo, tiempo mismo y de ese mismo tiempo.
Cuando era de peligro se subía en las alas de un águila o un halcón y les preguntaba cuando se abalanzaban velozmente sobre sus presas que huían despavoridas sobre la tierra que al sentir peligro y reflejaban en sus ojos un inmenso miedo, el reloj así volando como ráfaga entre las alas de esas aves detenía el tiempo y les preguntaba: Oye águila, oye halcón ¿Como le haces para hacer sentir, controlar, tener y detener tu mismo los efectos del peligro, y el águila o el halcón le contestaban según sea el caso: Tan solo madurando a través del tiempo, tiempo mismo y de ese mismo tiempo. Cuando sentía añoranza le daba por acercarse a la brisa del mar que la tenía guardada en un frasco de cristal y al sentir los efectos de esa brisa, detenía el tiempo y le preguntaba a la brisa ¿Dime brisa como le haces para añorar los sueños? Y la brisa le contestaba: Tan solo madurando a través del tiempo, tiempo mismo y de ese mismo tiempo.
.-Lo sé, lo sé cucú de balconeo y ala fija, pero a veces quisieras que tus alas fueran libres y no atadas, sonaba el viejo reloj. Pero dime tú si pudieras desprender un segundo, un minuto o quizá una hora de tu balcón y volar en el firmamento cual natural de tu existencia y dejas volar el ave que traes dentro y cual cuco de lo aires, que de ahí tu sobrenombre de cucú, volaras a través del mismo tiempo y en ti recayera el honor y la distinción, pero sobre todo la responsabilidad de medir lo existente o inexistente de la vida, pues la vida a veces es un solo segundo y se volteas atrás o intentaras volar atrás, ese segundo ya no existiría, pero si pudieras volar, o intentaras volar hacia adelante un segundo, tan solo un segundo, pudieras planear pero el destino los surcarías segundo a segundo.
En otras tantas horas, segundos y minutos el viejo reloj encriptaba el tiempo en el sol, en su estrella, en sus rayos, en su brillo, en su espectro, en su brillo en las noches y en el día. A veces lo hacía por constancia, por reflejo, por sentido o por capricho y en otras tantas con una sola intención, una pequeña intención, el del dejar vivir la vida, pues el sol es la principal fuente de energía de la vida y al juntarse el tiempo con el sol, platicaban de su historia, sus historias, de las noches, los días y de las estaciones, cada una con su historia, sus historias de los tiempos que encontraron sus destinos, sus momentos. Y cuando anochecía el tiempo le decía al sol.- Te doy doce horas para brillar de nuevo, y el sol le contestaba.- No creas que por las noches no brillo inmensamente, me acompañan los astros y las estrellas y en las noches que no me ves, también fluye la vida en cada segundo de tu tiempo, tan solo al ir madurando a través del tiempo, tiempo mismo y de ese mismo tiempo, pero viviendo la vida plena, pero con responsabilidad.
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